De todos los riesgos posibles que podían contemplar las marcas, el Coronavirus (covid-19) era quizás el último en la lista, imposible de prever y ciertamente difícil de contrarrestar. En pocos meses el miedo se ha propagado entre la población mundial, incluso con mayor rapidez que el propio virus.
Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó el brote de la enfermedad como una pandemia, la cantidad de información acerca del tema se multiplicó y las conversaciones especulativas comenzaron a ganar un lugar en los espacios digitales, haciendo más difícil la tarea de esclarecer la veracidad de todo lo publicado.
Incluso, se han hecho virales falsas teorías conspirativas que alimentan el pánico y la ansiedad, y al mismo tiempo evitan que las personas sigan las recomendaciones de las entidades internacionales.
Si bien no es un miedo infundado, a la complicada situación sanitaria se le suma una crisis económica que deriva en el debilitamiento de muchas marcas.
En momentos así, las marcas no pueden olvidar lo importante para atender lo urgente. Mientras más tiempo dediquen a apagar incendios y olviden generar un plan de negocio que se adapte a las nuevas dinámicas sociales, menos posibilidades tendrán de salir adelante.
En este sentido surge una pregunta que deberían hacerse todos los empresarios: ¿qué puedo hacer para que mi marca aporte al bienestar de mis clientes?
Los clientes son la razón de ser de las marcas, y cuando sus necesidades se transforman, las marcas deben entender esa transformación.
Contrario a lo que piensan muchos, la crisis puede fortalecer los lazos entre los clientes y las marcas que sepan orientar su comunicación.
Un caso concreto es el de la Universidad EIA, cuyos alumnos y profesores están usando sus impresoras 3D para fabricar caretas de protección facial que luego donan a personal médico que atiende la emergencia en varios hospitales.
Este aporte es un ejemplo de las posturas acertadas que puede asumir una marca para enfrentar la crisis, pues además de generar bienestar social, repercute en la construcción de una buena reputación, que más tarde podrá evidenciarse en la predilección de sus clientes.
Nada mejor para fortalecer la confianza de un cliente, que demostrarle los valores corporativos de la marca, con acciones concretas que respondan a necesidades reales, más allá de la venta de un producto.
Idear fórmulas para seguir vigentes en el imaginario de los clientes es una tarea inaplazable, y no es un proceso sencillo. La marca debe desarrollar estrategias de comunicación capaces de fortalecer los vínculos con sus clientes, de forma rentable y sostenible.
Considere estos factores, antes de reducir o prescindir de su comunicación publicitaria durante el confinamiento:
- Dejar de informar al cliente sobre el producto, representa un impacto negativo directo sobre las ventas.
- Si un competidor logra adaptarse mejor a los nuevos requerimientos del mercado, es muy factible que logre dominarlo.
- Cuando pase la crisis y se reactive la economía, la marca que se olvidó de un plan de mercadeo tendrá más difícil su recuperación.
- La desaparición de una marca puede generar daños en su reputación.
- Permanecer inactivo ante los cambios no aportará al crecimiento de la marca; al contrario, le impedirá descubrir nuevas alternativas para llegar a sus clientes.
Si lo anterior no es convincente, recuerde las palabras de John F. Kennedy, expresidente de Estados Unidos: en mandarín, la palabra crisis se compone de dos caracteres, uno representa “peligro” y el otro “oportunidad”.